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Discurs acte d'inauguració 39 Universitat d'Estiu de Gandia

Muy buenas tardes:

Cuando Fray Luis de León volvió a su clase en la Universidad de Salamanca, tras años de ausencia, afirma la tradición que comenzó con el célebre “decíamos ayer” que conjuraba el vacío del pasado e iniciaba un tiempo nuevo. La Universitat d’Estiu vuele a ser presencial en esta su 39 edición, tras dos años de restricciones y cautelas que nos han impedido la normalidad deseada. Pero que no nos han silenciado.

En el caso del humanista y poeta la causa del silencio fue un proceso inquisitorial, con cárcel incluida. En nuestro caso, ha sido una pandemia cruel que nos ha aislado e impedido el tan necesario contacto social. Aquí estamos otra vez para conjurar el obstáculo y retomar, con más fuerza si cabe, el ya largo camino de esta fructífera colaboración entre Gandia y la Universitat de València.

Treinta años antes de que Fray Luis volviera a su cátedra en la Universidad de Salamanca, Gandia había puesto en marcha su universidad de la mano de Francisco de Borja. La Gandia de los Borja se incorporaba a la modernidad en un siglo de eclosión de nuevas universidades en toda Europa.

Y, lo que es más importante, esta universidad supuso que Gandia se convirtiera en germen de la potente red universitaria que la Compañía de Jesús ha tejido por todo el mundo. Desde Georgetown a Tokio, pasando por Lima o Hong Kong. Trabajamos la capitalidad, el liderazgo, desde la empresa colectiva de aquella primera universidad jesuítica.

Aquella fue una decisión muy provechosa. Hoy, la Gandia universitaria es un proyecto horizontal, democrático y colectivo consolidado, con la ambición de ciudad enraizada en los valores de la empresa colectiva que aquí ha sido, y aún es, la promesa renovada que siempre nos hizo avanzar: desde la corte del primer Duque, hasta el esplendoroso ducado de María Enríquez, con toda la mejor arte y ciencia del Renacimiento, con la nostalgia de futuro intacta aún en los momentos más difíciles.

No serían igual los veranos sin este encuentro en el que se unen el conocimiento académico y la investigación con lo cultural, en su más amplio sentido lúdico y de encuentro con la ciudadanía. Un foro de conocimiento y debate para pensar juntos y entendernos.

Algo imprescindible, en este siglo XXI, en el que la incertidumbre se ha convertido en la única certeza, en palabras de Ignacio Ramonet. “Un tiempo nuevo no acaba de nacer; otro viejo no acaba de morir, y en el claroscuro surgen los monstruos”, dijo Gramsci.

El desconcierto genera derrotismo y miedo. Los más pesimistas sostienen que lo que hoy se cuestiona es ya la propia democracia. Gandia no es, si acaso, una isla en sí misma, pero trabaja cada día porque las ciudades sean certezas. Por ser, en sí misma, una certeza, entre tanto desconcierto. Un proyecto de proyectos: de vida, de prosperidad, de atracción y retención del talento. De oportunidades, ya sean la primera o la segunda en la vida, por si el azar o el infortunio han entrado en alguna casa y se han quedado allí, agazapados. Un camino trazado con la misma ambición de ciudad intacta.

Y en este cruce del porvenir, como dice el lema de esta 39 edición, la obligación urgente de todos y cada uno de nosotros es pensar juntos para construir un futuro en el presente. No existe un solo futuro, sino futuros posibles: unos probables, otros deseables y algunos terribles.

No se trata de recrear una nueva utopía. Y mucho menos de intentar sostener viejas ilusiones, sino de afrontar los retos del destino histórico de este incierto siglo con los instrumentos de un pensamiento emancipador y de un proyecto ético al mismo tiempo. Siendo conscientes de las raíces históricas y, a la vez, abiertos a la emergencia de lo nuevo.

Porque la pregunta que late en este tiempo ya no es hacia dónde vamos, sino hasta cuándo resistiremos así. El atrévete a saber kantiano era un camino hacia el progreso que Marx convirtió en exigencia revolucionaria y el liberalismo, en crecimiento económico.

El cambio de milenio en el XXI transformó este camino optimista en una distopía de destrucción y miedo. En este tiempo nuevo, el futuro ya no es un horizonte de mejora. Vivimos casi en tiempo de descuento. En un después sin después. La acción colectiva se entiende, pues, como emergencia. Emergencia climática, feminista, migratoria, de cuidados, de democracia. “Te llaman porvenir -como en el lema de esta Universidad- porque nunca vienes”, dice el poeta Ángel González.

Es la catástrofe del tiempo de la que hablaba la Nobel Svetlana Aleksiévich para referirse a Chernóbil: “Callaron los filósofos y los escritores, expulsados de sus habituales canales de cultura y tradición. Lo único que se ha salvado de nuestro saber es la sabiduría de que no sabemos”.

Esa humilde máxima socrática, “Solo sé que no sé nada”, puede ser el comienzo de un pensamiento liberador, crítico y colectivo. Porque pensar no es patrimonio de nadie: ni de una clase, ni de una institución, ni de la intelectualidad. Pensar es aprender a perder el miedo.

Pensar es un atributo humano. Atributo que nos permitirá el reencuentro entre una Naturaleza agredida y esquilmada y la cultura en su sentido más amplio. Necesitamos avanzar sin arrasar al otro, sin homogeneizar las múltiples temporalidades que convivimos en el planeta, humanas y no humanas.

Pensar juntos nos dará también una salida al individualismo competitivo del sálvese quien pueda para abrazar lo colectivo. Necesitamos construir hoy un universal recíproco y acogedor. Para actuar contra la lógica perversa, cínica y puramente defensiva del primero nosotros. Así se construyen, aún hoy, los proyectos integradores de sociedades y de ciudades. Porque ha tenido que ser la adversidad de una pandemia la que nos enseñe que la suerte de uno es la suerte de todos.

En nuestro presente, hemos pasado del fin de la Historia a la guerra contra la Historia. A vaciar el pasado para legitimar el presente. Y el presente se ha convertido en una batalla por sobrevivir. Una guerra cruel donde crecen los monstruos, y el pensamiento se agazapa atemorizado. Que piensen otros…

Pretenden rompernos el presente. Y nos escamotean el futuro. El dolor rompe el tiempo. Y niega el porvenir a los más débiles. “Te llaman porvenir porque no vienes nunca”, dice el poeta.

Debemos acompasar un porvenir con un futuro más igualitario desde la conquista de un presente que tenga siempre en cuenta a quienes nunca les llega el porvenir.

  • El porvenir que no viene para quienes quedan al margen de las transiciones necesarias, tecnológicas o de otra índole, y que no debe olvidar las brechas que existen y que contribuyen a la desigualdad.
  • El porvenir que no viene para quienes necesitan la dignidad: un nuevo contrato social. Mantener las conquistas del Estado del Bienestar no como una reliquia, sino como derechos que nos hacen avanzar a otros nuevos. Mantener la equidad, luchar contra la pobreza o la marginalidad, tender una mano a los vulnerables para que cuenten con la oportunidad de ser personas dignas de la mano de políticas públicas eficaces.
  • El porvenir que no viene para quienes sienten el zarpazo de la soledad o el infortunio, la desgracia o la desdicha.
  • El porvenir, en definitiva, de todos nuestros ciudadanos, cercanos y cómplices de una administración que no olvida que es casa y causa de todos.

Porvenir es desarrollo personal en dignidad, confianza en la empresa, progreso económico, justicia social, orden. Tener a mano un nuevo comienzo.

Porque la vida comienza de nuevo cada día. Y porque, si el futuro está en riesgo, no podemos seguir perdiendo el tiempo.

Y el futuro se hace en el presente, con nuestros miedos y nuestras ilusiones.

Porque nos jugamos la dignidad del destino común, que no es poco. Hoy no necesitamos un tiempo cualquiera, sino un tiempo vivible, compartido e igualitario. Sobre todo igualitario. No podemos rendirnos. Supondría dejar de ser humanos, dejar de creer en nuestra capacidad de usar la inteligencia.

¿Y si nos atrevemos a pensar de nuevo la relación entre saber y emancipación? Necesitamos un nuevo humanismo. Una nueva forma de estar juntos, que debe ser la capacidad de compartir experiencias, compromiso, justicia igualitaria, salud, cuidados…

Y nadie mejor para ejemplificar ese futuro que es presente que una mujer como Manuela Carmena, que nos honra con su presencia en esta 39 edición y que pronunciará la conferencia inaugural. Su larga trayectoria cívica, su probada lucha por la justicia igualitaria y la democracia, su capacidad de diálogo y su discurso tranquilo y conciliador pueden ayudarnos a tejer juntos los hilos de un presente nuevo en el cruce de un futuro incierto.

Muchas gracias, Manuela Carmena, por venir hasta Gandia y por abrir nuestra querida Universitat d’Estiu, que tras dos años sin disfrutar de la presencialidad de profesores y alumnos, vuelve con fuerzas renovadas y con el ánimo dispuesto a aprender, a escuchar y a reflexionar en este decisivo cruce del porvenir.

Bienvenida. Bienvenidos todos. Muchas gracias.

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